lunes, 31 de marzo de 2014

El Psicoanálisis, la Crítica y la Censura. III.Los archivos Freud



Se ha dicho que el éxito y la persistencia del Psicoanálisis se deben no tanto a sus innovaciones teóricas y terapéuticas como a su aparato institucional, que incluye, entre otros insólitos ardides, una tradición de censura y reescritura selectiva y tendenciosa de la historia, que va desde los inicios del movimiento psicoanalítico hasta la actualidad.
En buena parte esta tradición fue facilitada por la creación de los Archivos Freud, una colección que alberga documentos relativos a Freud, evitando su dispersión, al tiempo que permite a sus directores –todos ellos, psicoanalistas- controlar el acceso a los mismos.

Ubicada en la Biblioteca del Congreso de Washington, esta colección ha sido el centro de diferentes controversias, ya que resulta difícil de creer que:
-Documentos depositados en una institución pública tengan restricciones independientemente o incluso en contra de la voluntad de quienes los hayan donado.
-Muchos documentos sean inaccesibles sin fecha de desclasificación definida.
-Los documentos restringidos estén fuera del alcance de los investigadores… a menos que sean miembros del círculo psicoanalítico, ante lo cual las restricciones se levantan repentinamente.

Los comienzos.

A principios de 1951 comenzó a gestarse una iniciativa por parte del núcleo duro del círculo psicoanalítico que implicaba la recopilación de documentos relativos a Sigmund Freud, incluyendo artículos psicoanalíticos y personales, correspondencia, fotografías, grabaciones, documentos legales, entre otros.

Anna Freud y Kurt Eissler se encontraban a la cabeza del proyecto.
Una vez surgida la idea, Eissler escribiría al psicoanalista Siegfried Bernfeld pare pedir asesoramiento.
En su respuesta, Bernfeld habló de dos tipos de operaciones posibles:

A- La primera, que hiciera de Los Archivos un centro de investigación genuino, permitiendo el libre acceso a los documentos archivados –a excepción de aquellos que tengan restricciones estipuladas por el donador.
B- Y la segunda, que se limitara a recolectar y depositar documentos, que sólo fueran accesibles a ciertas personas, en ciertas condiciones.

Bernfeld también expresó su favor respecto a la primera opción, además de ofrecer encargarse de la gestión que este tipo de operación pudiera necesitar.
En la misma carta, se lee:

“Creo que [la segunda opción] debería usarse como un último recurso y que sería mejor no hacer las cosas fáciles para los donadores que deseen encerrar y enterrar sus documentos en Washington […]. Probablemente van a tragarse todos estos documentos y mantenerlos sellados por un tiempo indefinido” (De Bernfeld a Eissler, 19 de Enero de 1951).

Aparentemente Bernfeld no había entendido que lo que él percibía como un “peligro” era exactamente el objetivo que Anna Freud había concebido para los Archivos. Esta opinión le valió la antipatía de aquella, que posteriormente dejó de escribirle.
A este respecto, Anna F. escribe a Eissler lo siguiente:

Francamente, estaba espantada por las  sugerencias de Bernfeld. Están extremadamente lejos de lo que tenía previsto para ‘los Archivos’, y creo que no hace falta decir que para Usted también… Creo que es necesario distinguir claramente entre ‘los Archivos’ como un lugar seguro y ‘archivos’ concebidos como una manera de reunir material para una biografía.” (De Anna Freud a Eissler, 27 de Enero de 1951).
Además de apoyo, en su respuesta Eissler comunicaba los primeros planes de lo que en seguida se convertiría en una política común en la organización:

Estoy seguro de que la mayoría de las cartas serán otorgadas [a los Archivos] con la condición de que ningún contemporáneo pueda leerlas, y puede estar segura de que no consentiré la demanda de Berndfeld de “no hacer las cosas fáciles para los donantes que deseen encerrar y enterrar sus documentos en Washington”… [Los documentos] permanecerán sellados por el tiempo que el donador o el consejo de directores estipule. Por lo general, el consejo de directores estipulará una duración mayor que la que el donador pretendía, para prevenir cualquier posibilidad de una situación embarazosa en el futuro.” (De Eissler a Anna Freud, 4 de Febrero de 1951.)


“Colección S. Freud” vs. “Archivos S. Freud”.

Uno podría preguntarse cómo es posible que un grupo de psicoanalistas haya sido capaz de decidir las restricciones que tuviera cualquier documento alojado por un tercero en una institución pública.
Para dar una idea de lo fácil que resultaba esta tarea, es necesario remarcar la diferencia entre lo que hoy en día se llama “Colección S. Freud” (el lugar en donde se depositan los documentos, dentro de la Biblioteca del Congreso de Washington) y, por otro lado, “Archivos S. Freud, Inc.” (una organización privada, dirigida por psicoanalistas, encargada de recolectar documentos).
Estas denominaciones se confunden incluso en la actualidad  y la distinción era incluso más difícil hace unos años… cuando ambos llevaban el nombre de “Archivos S. Freud”.

De este modo, mientras que muchos donadores pensaban que estaban haciendo una contribución a una institución pública, en realidad estaban cediendo la propiedad legal de sus documentos a una organización privada, que posteriormente se encargaba de archivar los documentos a nombre de “Archivos S. Freud, Inc.” o a nombre de Eissler, incluyendo las restricciones que se les antojara.

En palabras del Supervisor de la Colección Freud:
“En ciertos casos, sabemos que el donador [original] ha impuesto restricciones en el acceso… Como regla general, los documentos fueron otorgados a Eissler y [siendo el propietario legal] él ha impuesto las restricciones." (Entrevista con Marvin W. Kranz, Manuscript Historian, Library of Congress, Washington, DC, 15 June 2000.)

Luego de sus entrevistas con Serguéi Pankejeff, mejor conocido como El Hombre de los Lobos, Eissler escribe:

“[Pankejeff] Siempre tuvo la idea de que sus Memorias pudieran ser publicadas y está más bien decepcionado de que este material será leído por otros por primera vez en 200 años." (Eissler, Notas de su primera entrevista con Sergius Pankejeff en Vienna, 1952. ‘Erstes Treffen mit Dr. P. nach der Vorbesprechung 10 A. M. im Hotel’, Sigmund Freud Collection, Manuscript Division, Library of Congress, Washington, DC).

“El Doctor P[ankejeff] quería que las grabaciones de nuestras conversaciones fueran publicadas mientras él estuviera vivo. Yo me negué." (Comunicación personal a Mikkel Borch-Jacobsen, 13 de Noviembre de 1996).

Además de los casos de engaño y desinformación, en ocasiones las restricciones en el acceso han sido impuestas a pesar de los deseos expresos del donador.

La entrevista de Eissler con la nieta de Freud, Sophie Freud, no será accesible hasta el año 2017, a pesar de que se ha declarado, en varias ocasiones, a favor de que los Archivos sean abiertos completa e inmediatamente.

Paul Roazen, el primer investigador en criticar abiertamente las restricciones impuestas por la organización Archivos Freud, refiere:

“Durante mis propias investigaciones sobre Freud y su círculo, conocí a numerosos donadores que no sólo desconocían por completo que sus donaciones se encontraban encerradas, sino que claramente desaprobaban el secreto que Eissler estaba decidido a mantener alrededor de Freud con el fin de protegerlo de la curiosidad de historiadores independientes." (Roazen (1990), “Encountering Freud. The Politics and Histories of Psychoanalysis”, New Brunswick, NJ, Transaction, p.96).

Como si fuera poco, las restricciones se mantienen incluso si es el propio donador quien solicita el acceso. El mismo Roazen escribe:

“Escribí una carta a los Archivos Freud, que Helene [Deutsch] también firmó, en la que solicitaba tener acceso a este material [documentos donados por Deutsch]. [En] la respuesta que recibí [Edward Kronold] no denegó nuestra petición, sino que simplemente dijo que postergarían su decisión hasta la próxima reunión del consejo de directores… Esto era totalmente absurdo, por supuesto, en tanto que lo que estábamos pidiendo era perfectamente obvio y directo." (Entrevista con Paul Roazen, Toronto, 20 November 1994, citado en Borch-Jacobsen, Shamdasani, 2012).

Otro caso es el de Diana Riviere, quien denunciaba las restricciones impuestas en documentos que ella misma había vendido a los Archivos. Según dijo, los había vendido “creyendo que esos archivos serían accesibles para estudiantes serios e investigadores”. Se trataba de cartas de Freud a su madre, Joan Riviere, discípula y traductora de trabajos tempranos de Freud. (Goleman, Daniel, ‘Freud's Mind: New Details Revealed in Documents’, New York Times, November 12, 1985).
El doble discurso.

Todo lo anterior puede compararse con lo que ahora se declara en la página de los Archivos Freud:

«Los Archivos Sigmund Freud fue fundado como una organización sin fines de lucro por las siguientes razones:
Para descubrir, reunir, recolectar y preservar [documentos]…
Para establecer archivos del material de Sigmund Freud.
Para involucrarse en la investigación, escritura, publicación y otras actividades relativas al trabajo de Sigmund Freud; para ayudar y cooperar voluntariamente con otras personas o grupos que pudieran estar involucrados en actividades similares o relacionadas.  

Uno podría pensar que con más de 60 años de por medio, la situación pudo haber cambiado y ahora los Archivos tiene una política más abierta.
Muchos documentos fueron liberados alrededor de los años 80’ y un número considerable de documentos tienen una fecha de desclasificación entre 2010 y 2020.
Pero un acto más reciente de censura y manipulación de los medios lo representa el incidente de la exhibición de 1994.

Auspiciada por la Fundación Archivos Freud y por la Biblioteca del Congreso de Washington, esta exhibición internacional no incluía a ningún investigador ajeno al círculo psicoanalítico en su comité de organización.
Cuarenta y dos investigadores independientes enviaron una carta abierta a la Biblioteca del Congreso solicitando la inclusión de algún representante, pero la solicitud no fue considerada.

Tiempo después la Biblioteca del Congreso anunció que la exhibición debía ser pospuesta, y aunque el motivo alegado fue falta de fondos, los miembros psicoanalistas asumieron que la carta había sido la responsable del cierre, lo que dio comienzo a una polémica.

Bajo la divisa de “la libre expresión”, una contra-petición fue organizada en Francia por Élisabeth Roudinesco y Philippe Garnier. Se reunieron más de 180 firmas de psicoanalistas, para denunciar el “chantaje del miedo”, las “manifestaciones puritanas”, la “caza de brujas”, y la “dictadura de varios intelectuales convertidos en inquisidores”.
Irónicamente, mientras que los defensores de Freud eran el centro de atención, el comunicado de prensa en donde los llamados “inquisidores” protestaban en contra de la manipulación mediática de sus adversarios no tuvo ninguna repercusión.

Luego, una vez reunidos los fondos necesarios, la exhibición se llevó a cabo tal como se pretendía inicialmente… y sin lugar para la crítica.
Bibliografía:

Borch-Jacobsen, Mikkel y Shamdasani, Sonu (2012), ‘The Freud les: an inquiry into the history of psychoanalysis’, New York, Cambridge University Press pp. 26-7, 290-7:


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