sábado, 31 de mayo de 2014

El Psicoanálisis y el Psicoanálisis. Refutación intrateórica.



El  Psicoanálisis se desmorona puesto en relación con otras disciplinas: antropología, neurología, neurociencias, psicología,  historia, epistemología, etc., pero supuestamente puede existir tranquilamente, en el vacío,  en esa extraterritorialidad que defienden los lacanianos. La presente nota pretenderá demostrar que, aún si la teoría fuera válida y los hechos se sucediesen tal como lo propone el Psicoanálisis, hay una serie de problemas insalvables que afecta la teoría.
Así es que supongamos por un momento que estamos del otro lado del espejo; que Freud era honesto y veraz y que Lacan tiene sentido, y veamos a dónde nos lleva la misma teoría psicoanalítica.

1- La falta de evaluación y el “caso por caso”.


Uno de los criterios sacados de la galera por los psicoanalistas es la lógica del “caso por caso”, o “uno por uno”, según la cual no se pueden hacer estudios con grupos de control, porque cada caso difiere del otro, y no hay posibilidad de generalizar los resultados.

  El Psicoanálisis probaría su eficacia “caso por caso”.

  Si esto fuera cierto, hay que reconocer que establece forzosamente la imposibilidad de decir que el Psicoanálisis “es eficaz”, o recomendarlo, pues no hay ninguna razón para suponer que será efectivo en el caso de un Sujeto X. En los estudios regulares se analizan múltiples casos, y un grupo de control con placebo. Si el porcentaje de aquéllos que obtuvieron beneficios es  alto, y supera el efecto placebo, la terapia puede recomendarse. Aún si la terapia no funcionó en todos los casos, un porcentaje elevado de eficacia permite establecer probabilidades: un 80 % de eficacia sobre una muestra aleatoria de casos nos indica que la terapia funcionará, probablemente,  para 8 de cada 10 personas.

El Psicoanálisis no puede hacer esto, y de hecho nunca podrá hacerlo. Según el cuento del “caso por caso”, si la terapia funcionó para un hipotético Sujeto X, sólo se podrá recomendar para ese Sujeto X, y no se podrá recomendar para ningún otro Sujeto que no sea X.

Nadie, nunca, podría saber si el Psicoanálisis funcionaría en su caso particular antes de exponerse al Psicoanálisis. Y sabemos que esta exposición puede costarle miles de dólares y varios años, tal vez para no obtener ningún resultado: ya sabemos que “el Psicoanálisis no es para todos”.

El subterfugio del “caso por caso”, de ser cierto, impide saber nada sobre la efectividad del Psicoanálisis, e imposibilita su recomendación como terapia.

2- La subjetividad perdida u olvidada.

La subjetividad, supuestamente descartada, perjudicada, o prohibida por las otras psicoterapias es uno de los refugios del Psicoanálisis, y aparece como argumento para validarlo, y situarla sobre las demás psicoterapias. Se sostiene que cada paciente es único, que cada persona es diferente, etc. y que estas diferencias deben ser tenidas en cuenta. Ciertamente no queremos contradecir esas obvias banalidades, el punto está en ver qué importancia tiene esa subjetividad para resolver el caso del paciente. Todos nos sorprenderíamos notablemente si un médico que nos trata una hepatitis nos pregunta si nos gusta Mozart o Beethoven; aún cuando nuestros gustos son parte de nuestra subjetividad, no parecen interferir forzosamente en la génesis, desarrollo, tratamiento o cura de nuestras enfermedades.

La supuesta subjetividad defendida por los analistas choca con hipótesis que se pretenden universales: el Complejo de Edipo, la represión, la simbología de los sueños, son aplicadas a todos por igual, sin importar en nada esa supuesta subjetividad.

 A todos sus pacientes aplican por igual la misma técnica, sin tener en cuenta para nada esa pretendida subjetividad, que sólo aparece –bajo cualquier forma que lo haga- para justificar sus hipótesis absolutas: el inconsciente existe y actúa en todos de igual manera, la represión es igual en todos, etc. 


   Dejando de lado las manifestaciones secundarias, afectadas por la subjetividad, el Psicoanálisis se olvida de todo en cuanto a las profundidades de la mente, y viene a hallar, siempre, los mismos mecanismos y los mismos conflictos.

3- El sujeto del inconsciente.

Derivada en parte de la anterior, la protesta sobre la defensa de la subjetividad reaparece bajo otra forma: “el Psicoanálisis es la única terapia y teoría que tiene en cuenta al Sujeto del Inconsciente”. Tal argumento establecería el valor del Psicoanálisis, probaría su utilidad, y ameritaría su defensa.

Sin embargo, el “Sujeto del Inconsciente” es un concepto teórico del Psicoanálisis, no compartido –ni aceptado- por ninguna otra rama de la psicología ni de las psicoterapias. ¿Por qué habrían de tener en cuenta los cognitivos algo que para ellos no existe?

Los partidarios del Chi podrían criticar la medicina basada en la evidencia aduciendo que no trata el Chi, ni sus misteriosas consecuencias en la salud, pero, ¿es esto realmente una crítica?

De igual modo podríamos aceptar la teología católica porque es la única que nos explica cuántas clases de Ángeles existen, e incluso cómo se ordenan en Potestades, Dominaciones, Serafines…

  Desnudado de sus adornos retóricos, el argumento quedaría así: “El Psicoanálisis es la única terapia y teoría que tiene en cuenta sus propios conceptos”.

No es un argumento muy seductor.

Los Cazafantasmas: los únicos profesionales que tiene en cuenta a los fantasmas...

4- El sectarismo y los requisitos obligatorios, pero no tanto.

En el “Análisis Didáctico” tenemos un caso típico de requisito sectario. Aparentemente se habría impuesto en 1912, y fue una disposición avalada por Freud.

Esto nos dice en sus “Nuevas lecciones sobre el Psicoanálisis, Lección XXXI (1933)”:
“Podéis creer que no es nada grato aparecer como una misteriosa secta consagrada a una ciencia esotérica (sic). Y, sin embargo, hemos tenido que reconocer y proclamar que nadie tiene derecho a intervenir en las cosas del psicoanálisis si antes no ha pasado por determinadas experiencias que sólo puede lograr sometiéndose al análisis por sí mismo”.

El “Análisis didáctico” es una suerte de iniciación, en la que el aspirante a analista debe ser psicoanalizado, y liberado de sus conflictos antes de empezar a ejercer su ministerio.

Es un requisito sectario y dio lugar a cientos de miles de falacias de alegato especial, consistentes en negar cualquier crítica aduciendo que esta provenía de alguien “no analizado”, pero supondremos que es verdad, y que es imposible intervenir eficazmente en las “cosas del Psicoanálisis” sin haber sido analizado.

Freud, creador del Psicoanálisis, nunca fue analizado, por lo tanto, nada de lo que dijera sobre el Psicoanálisis debe ser tenido en cuenta.

Es decir, si el Psicoanálisis es cierto, entonces, es falso. Es una divertida variante de la Paradoja de Epiménides, que puede simplificarse en la frase siguiente:
“Estoy mintiendo.”
Si Epiménides está diciendo la verdad, su afirmación es verdadera, y por lo tanto está mintiendo, lo que hace a su afirmación falsa…

Freud nunca se analizó y por lo tanto no puede intervenir en las cosas del  Psicoanálisis, ni siquiera para imponer el requisito del “Análisis Didáctico”, que tornaría inservibles todas sus contribuciones.
 La objeción común a esto es que Freud, creador del método, no podía hacerse analizar con nadie. Sin embargo, desde 1900 hubo numerosos analistas al lado de Freud que podrían haberlo sometido al análisis, pero este nunca propuso esto. Según el argumento del análisis didáctico, Freud no puede intervenir en cuestiones del Psicoanálisis, y todo lo que hubiera dicho al respecto carece de valor.


4- La imposibilidad del análisis (Resistencia y represión).

Tanto si la cura refiere a su sentido usual (desaparición de síntomas, en Freud) como a su significado posmoderno-lacaniano (“hacer que el analizante articule su verdad”), hay un punto ciego en esto.

En Psicoanálisis, la “verdad del paciente” es algo no consciente, reprimido, que el analista debe develar, desentrañando el relato del paciente en confusas y a menudo ridículas interpretaciones, ya para que los síntomas desaparezcan (Freud), ya para que el paciente llegue a conocer su verdad (Lacan).  El paciente, a menudo, puede resistirse a estas interpretaciones, sosteniendo que son  incorrectas, ridículas, o estúpidas. Esto es llamado “Resistencia”, y es –aseguran los psicoanalistas- una suerte de último recurso del paciente para tratar de mantener oculta esa verdad molesta.

En resumen,  hay un “algo oculto, reprimido” que llamaremos “Proposición A”, que el paciente expresa en su relato de forma velada, y que el psicoanalista entiende y explica gracias a su método.
Ahora bien, esto nos lleva al siguiente problema.

Supongamos que el paciente reprime la Proposición A. El analista, en su trabajo, interpretará el relato del paciente, y le revelará lo que está reprimiendo. Supongamos, entonces, que luego de la interpretación el analista le dice “Usted reprime la Proposición B (B es diferente a A). El paciente, entonces, acepta esta proposición, pues, inconscientemente, tiene toda la intención de reprimir la Proposición A, y lo mejor que le pueda pasar para esto es tener otra Proposición B (o cualquier Proposición no-A), propuesta por una autoridad. De este modo, la Proposición A seguirá siendo reprimida, y todo el método psicoanalítico no será más que una absurda pérdida de tiempo. Precisamente la “Resistencia” siempre es invocada para explicar el desacuerdo del paciente –o de los críticos-, motivado por conflictos personales pero, ¿no puede servir también para explicar el acuerdo del paciente?

En Freud, supuestamente acertar con una interpretación correcta (la Proposición A) eliminaba los síntomas. Esta podría haber sido una confirmación de que la interpretación era correcta y realmente habíamos sacado a la luz ese contenido reprimido. Aunque ciertamente, si esa desaparición de síntomas no se daba (Freud no curó un solo paciente en su vida y fue claramente perjudicial para varios de ellos), se podía hablar de “ganancia de la enfermedad” o, nuevamente, “Resistencia”. Es decir que la interpretación del analista no se ponía en duda, en tanto era más fácil poner en duda las capacidades del paciente para aceptar la revelación. Este hecho diluye tristemente la única posibilidad de confirmación del análisis que ofrecía Freud.


En Lacan, la desaparición de síntomas  no es de ninguna manera necesaria, de modo, que no hay manera de saber si la interpretación del analista es correcta, o una ayuda más a la represión. Es el paciente el que decide esto: el mismo paciente que reprimió su misteriosa “verdad”, es quien debe descubrirla, con una pequeña ayuda del analista. Otra vez, es factible que esa verdad nunca se descubra - dado que es precisamente lo que el paciente intenta ocultar- sino que aproveche la incorrecta interpretación del analista para mantener lo reprimido. Sea cual fuera el caso, no hay forma de saber si la “verdad” aparecida en análisis no es otro producto de la represión y la resistencia. Esto nos lleva a que nunca se puede saber si el análisis funciona o no. Agrava seriamente esta cuestión la catarata de “confirmaciones” de sus teorías que dicen obtener todos los psicoanalistas, sea cual fuere su orientación: ya sean lacanianos, junguianos, kleinianos o adlerianos, todos obtienen “confirmaciones”.



9 comentarios:

  1. Me gustó mucho la parte del Jaque mate. Muy buen articulo.

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  2. Hasta en su mundito se contradicen. Muy bueno

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  3. Hasta en su mundito se contradicen. Muy bueno

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  4. Sobre el último punto, hay un chiste buenísimo. Dos personas que sufrían el mismo padecimiento, enuresis, van a terapia; uno va con un cognitivo conductual y el otro va con un psicoanalista. Tiempo después se encuentran, y el que fue con el cognitivo conductual le pregunta al otro:
    -¿Cómo te va? ¿Ya te curaste?
    Y el otro contesta feliz:
    -¡No, pero ya sé porqué me pasa!

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    1. Sí. Lo misterioso es que si bien el Psicoanálisis pretende alterar las causas profundas del síntoma, esa alteración no provoca cambios en éste. Es un raro caso de causas que, modificadas, no modifican en nada a sus efectos. ¡Pero son las causas!
      A propósito de enuresis Freud nos obsequió a todos con un texto explicativo, Sobre la Conquista del Fuego. Casi no hay idiotez que no esté dicha en esas breves y malas páginas. Ejemplo, las llamas son símbolos fálicos; el ave fénix es un símbolo fálico, apagar el fuego orinando sobre él es de homosexuales, etc.

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  5. Increíble la vigencia del psicoanálisis. Increíble la invitación constante a producir o bien a su favor, o bien en su contra. Tal es su riqueza, inconmensurable, que pone a trabajar a psiquismos llanos y descoloridos como los suyos.¡Viva Freud! Ahhhh y al escritor...estudie primero y luego critique. ¡Ja! Quemate (pensando).

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    1. Reemplaza Freud por dios... O astrología, o tarot, viajes astrales, yogi, etc. Es tan cliché el comentario que sirve para todo dogma pseudo científico por igual jaja. Que alguien hable de elfos no los vuelve verdadedos por fuera de la imaginación (reemplaza elfos por postulados psicoanalíticos). Deberías en lugar de esto, dar todas las pruebas de que lo de arriba es falso. De tener validez, todos lo aceptarían porque es lo que hacen las personas con un mínimo de razón.

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  6. Lo mismo se podría decir del nazismo: increíble que esté vigente y que todavía haya gente que lo critique -y peor, cretinos que lo defiendan. La vigencia no es un mérito.
    Típico comentario de fan, sin argumentos y con insultos.

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